
La 'versión' occidental de la Segunda Guerra Mundial: ¿ficción o distorsión maliciosa?

Los historiadores rara vez coinciden plenamente, incluso en algunos de los eventos más importantes del pasado. Y el ejemplo quizá más evidente de este fenómeno es la variedad de opiniones acerca de los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, existe "una clara línea roja entre la búsqueda de nuevos hechos y el intento deliberado de falsificar la historia. Lo primero es una noble búsqueda de la verdad y la comprensión, mientras que lo segundo es un deplorable intento de modificar los acontecimientos pasados en favor de objetivos políticos o ambiciones personales", escribe Andréi Kortunov, doctor en historia y director académico del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales, en un artículo publicado en el portal de la Televisión Central de China.

Un historiador honesto, al inicio de una investigación, no puede estar completamente seguro de lo qué encontrará al final del camino, mientras que un político sin escrúpulos que presenta una versión falsificada de la historia sabe perfectamente qué imagen presentar al público. En el segundo caso, la verdad se mezcla hábilmente con mentiras, mientras que las invenciones se disuelven en hechos reales para crear un cuadro más creíble, señala el experto.
Las alteraciones más comunes de la verdad sobre la guerra
La manifestación más clamorosa de las falsificaciones de la Segunda Guerra Mundial es la afirmación, ahora muy popular, de que tanto la Alemania nazi como la Unión Soviética fueron responsables del desencadenamiento del conflicto.
La narrativa que equipara a nazis y soviéticos es absurda, subraya Kortunov, porque ignora por completo la historia del fascismo en Europa y los repetidos intentos de Moscú por convencer a Londres, París y Varsovia de formar una alianza contra este. Solo después de la llamada "traición de Múnich" por parte de Occidente –el pacto de 1938 entre Alemania, Reino Unido, Francia e Italia que obligó a Checoeslovaquia a ceder territorios a Alemania sin el consentimiento checoslovaco–, Moscú decidió firmar un tratado de no agresión con Berlín para ganar tiempo antes de la previsible invasión nazi.
De igual manera, la narrativa occidental dominante de la Segunda Guerra Mundial enmarca cada vez más el conflicto como una cruda batalla moral entre el bien y el mal.
Como resultado, existe una creciente reticencia a reconocer plenamente el papel fundamental que Rusia y China desempeñaron en la derrota de la Alemania nazi y el Japón militarista.
Los historiadores deshonestos tampoco reconocen las contribuciones de los movimientos de resistencia liderados por los comunistas en países como Francia, Italia, Checoslovaquia, Yugoslavia y Grecia. Esto se debe en gran medida a sesgos ideológicos que excluyen a estos grupos de la narrativa dominante de las "fuerzas liberales heroicas" en la lucha contra las naciones del Eje, la coalición liderada por Alemania, Italia y Japón.
En cambio, la visión predominante en la mayoría de los países occidentales atribuye a Estados Unidos la principal fuerza detrás de la victoria, junto con un limitado apoyo de otros aliados.
Esta interpretación de la Segunda Guerra Mundial no tiene nada que ver con la realidad, pero encaja perfectamente con una interpretación maniqueísta de la política mundial de enfrentamientos del bien contra el mal.
Representación selectiva de las víctimas de la guerra
Otra distorsión típica de la historia es la representación selectiva de las víctimas de la guerra, a menudo moldeada por una perspectiva marcadamente eurocéntrica. Se presta gran atención a las atrocidades sufridas por los europeos bajo la ocupación nazi o por los europeos en Asia a manos de los japoneses, mientras que el inmenso sufrimiento de las poblaciones no europeas con frecuencia recibe mucho menos reconocimiento.
Toda vida humana tiene el mismo valor y todas las víctimas merecen empatía. Incluso quienes sirvieron en las fuerzas armadas alemanas y japonesas durante la Segunda Guerra Mundial no deben ser etiquetados indiscriminadamente como criminales, defiende el historiador, que indica que la noción de "culpa colectiva" no debe invalidar el principio de responsabilidad individual por crímenes de guerra verificables.
Sin embargo, en el discurso occidental contemporáneo a menudo se pasa por alto que la Unión Soviética sufrió el mayor coste humano de la Segunda Guerra Mundial, con casi 27 millones de bajas. La mayor parte de estas pérdidas fueron civiles, y la escala y la brutalidad de las atrocidades cometidas en tiempos de guerra en territorios soviéticos y chinos superaron con creces las experimentadas en la mayoría de los demás países.
¿Orgullo nacional o intereses políticos?
La política contemporánea inevitablemente moldea nuestra interpretación del pasado, ya que las personas a menudo buscan narrativas históricas que se alineen con sus creencias actuales.
No se trata de defender el orgullo nacional ni de preservar mitos reconfortantes. Toda nación, independientemente de su tamaño o riqueza, tiene momentos de honor y episodios históricos de los que debe arrepentirse, destaca Kortunov.
Pero cuando la historia se manipula deliberadamente para favorecer intereses políticos a corto plazo, corremos el riesgo de empañar nuestra comprensión del presente y socavar nuestra visión del futuro, advierte el historiador.